Columna escrita por: Manuel Muñoz, Director de Hotelería y Turismo en Banco Sabadell, publicada en el boletín Grupo GIS | Governance and Investment Solutions por Asesores de Consejo y Alta Dirección (ACAD) y Board Solutions para sus suscriptores.
Vivimos en un mundo tan globalizado que ningún tema nos es ajeno: eventos que suceden del otro lado del mundo repercuten en cada rincón. Por eso, la emergencia sanitaria derivada del COVID–19 fue un problema global desde los primeros brotes. Solo era cuestión de tiempo para que sus efectos impactaran nuestra cotidianidad.
La cancelación de viajes, convenciones, ferias, y encuentros en todos los ámbitos, condujeron al sector turístico a una crisis sin precedentes, que hasta la fecha ha caído más del 90%. Con viajes detenidos, entraron en pausa sectores como: aviación, hotelería, restaurantes, agencias, industrias del entretenimiento, instituciones financieras, abastecedoras de alimentos y bebidas, toda una cadena de valor involucrada. Por lo tanto, cualquier impacto —positivo o negativo— en las piezas de este sector, se encuentra directamente relacionado al tablero de la economía mundial.
Al cierre del 2019, la industria turística representó un 10.3% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial y sustentó más de 330 millones de empleos directos, según datos del World Travel & Tourism Council (WTTC), números que demuestran la relevancia del sector turístico a nivel global.
Por su gran atractivo como destino, México es altamente dependiente del turismo, ya que este aporta el 8.5% del PIB; sin embargo, el apoyo gubernamental que el sector ha recibido al día de hoy, es pequeño si lo comparamos con otros países como: España, Italia o Perú, quienes tienen una dependencia turística similar. Esta situación ha dificultado la recuperación y/o subsistencia de negocios locales, por ejemplo, los hoteles independientes que representan más del 65% del inventario en México. Esto, ha obstaculizado el mantener a flote una de las grandes fortalezas y atractivos como destino: la fuerza laboral.
Tras meses de incertidumbre, la recuperación en el sector ha iniciado gradualmente con la reactivación de la movilidad social y, por tanto, el incremento de viajes nacionales con destinos por vía terrestre en su mayoría. El segmento de viajes de placer ha reportado un booking pace positivo comparado con los meses de abril, mayo y junio; y aunque la decisión de trasladarse y reservar es menos anticipada, se empieza a notar una recuperación tanto en la demanda nacional como en la internacional.
No obstante, es probable que el sector de viajes de negocios, grupos, eventos y convenciones tenga un camino más largo por recorrer hacia su completa recuperación, pues necesitará un respiro profundo en su situación actual. Para impulsarlo, es importante que las instituciones financieras identifiquen áreas de oportunidad en cada uno de sus clientes y se anticipen sensiblemente a sus necesidades.
Internamente, las áreas operativas de comercialización y revenue managment, son esenciales para generar ingresos operativos brutos positivos en un menor tiempo y reducir el impacto de la emergencia sanitaria en sus ingresos. Esto, aunado a la institucionalización y solidez de un gobierno corporativo, facilitará a las empresas el acceso a apoyos financieros en caso de necesitarlos.
Hoy, es importante que el sector se mantenga unido para robustecer la confianza del viajero y sentar las bases hacia una recuperación estable. La resiliencia de la industria ha demostrado que las crisis son pasajeras, ya que el principio del turismo está en la inquietud natural del ser humano por desplazarse.
Mirando hacia el futuro, es claro que saldremos fortalecidos, viajaremos y compartiremos experiencias con nuestros seres queridos, y, quizás, valoraremos más nuestro tiempo y seremos más humanos. Depende de todos que esta época sea más que de crisis, una oportunidad de crecimiento.
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